3.11.17

Día de muertos en Oaxaca


El vínculo familiar en Latinoamérica es mucho más fuerte que en otra parte del mundo, pero en México éste vínculo va más allá de la muerte, y cada 1 y 2 de noviembre se celebra la llegada de nuestros seres queridos que han fallecido. ¿A dónde llegan? A casa. Ellos emprenden un camino largo para reunirse con su familia, para beber y comer. Es por eso que las familias colocan desde el día 31 de octubre por la mañana una ofrenda -en altares de distintos niveles- con la comida que más le gustaba a esa persona, así como objetos que amaba, sin olvidar elementos esenciales como fotografías, veladoras, flores de cempasúchil, copal, incienso, papel picado, un vaso con agua y el armado de un pequeño arco con carrizo o caña y flores como entrada para los invitados principales.

Día de muertos es una tradición llena de misticismo y en cada rincón del país es celebrada, pero esta vez me tocó vivirla en la ciudad de Oaxaca. Era mi primera vez en esta ciudad y ahora sólo tengo ganas de volver una y otra vez. Entre sonrisas, chocolate y mezcal viví el día de muertos y celebré la vida.





Los panteones que visitamos están en los pueblos de Xoxocotlán y de Atzompa, son dos lugares muy cercanos a la ciudad de Oaxaca. El grupo con el que asistí se conformaba por instagrammers, representantes de Aeroméxico y todo con el apoyo de la Secretaría de Turismo de Oaxaca.

Iniciamos el 31 de Octubre por la noche en los panteones y tengo que confesar algo, en el primer panteón prácticamente no tomé fotos porque me invadió una terrible tristeza, me impactó ver a las personas con sus altares. Las escenas se repetían una y otra vez por donde quiera que caminaba, alrededor de las personas que estaban en las tumbas de sus familiares se escuchaba el ruido de turistas, fotógrafos y gritos de venta de comida. En la mirada de ellos estaba la nostalgia, la esperanza de que vuelven, el silencio y todo el amor en cada vela, en cada flor de cempasúchil que colocaron en el piso como camino. Me parece que estuve un poco en shock y preferí alejarme, ver de lejos cada escena.

En el siguiente panteón que estaba a unos cuantos metros decidí sacar la cámara y atreverme. No lo niego, fue difícil. Caminé entre las tumbas, algunas ni siquiera lo parecían, a veces sólo una veladora indicaba que no se podía pasar por ahí. En este segundo sitio había más solemnidad, menos personas y también se notaba que la construcción del panteón estaba destruida por los últimos terremotos que hubo en el país. Vi a un par de chicos que dejaban una flor en cada tumba que no tenía nada, se me hizo un nudo en la garganta. ¿Qué pasará cuando ya nadie me recuerde? ¿Por qué habrán abandonado esas tumbas? ¿Hace cuánto tiempo? Es muy extraño pensar en la muerte cuando se camina a medianoche en un panteón.

El último panteón fue el de Atzompa y fue el más extraño de todos. Había un grupo musical en la entrada y muchas personas bailando y bebiendo. En ese momento ya era la una de la mañana y el frío calaba profundamente. Al dar unos pasos hacia las tumbas el ambiente era totalmente distinto, las familias cubiertas con mantas, platicando y algunos durmiendo. El contraste era evidente, así que después de dar un par de vueltas y para no molestar el momento de cada familia, decidí sentarme y esperar a mis compañeros. La espera se me hizo eterna, pero la noche ya había terminado y las almas estaban llegando.



El día primero de noviembre asistimos a Villa de Etla, a una tradicional "muerteada". En el momento en que me dijeron sobre ésto yo no tenía la menor idea de lo que significaba, así que fui con mucha curiosidad.

Primero llegamos a la casa de la familia que le toca ese año la mayordomía, nos tenían preparada una cena, cerveza y mucho mezcal. Después comenzaron a llegar a esa casa pequeñas comparsas de personas disfrazadas, en cuanto todos estaban listos, la música comenzó a sonar y salieron todos bailando. Durante el camino se unían más y más personas, con disfraces muy graciosos y muy elaborados, niños, niñas y personas adultas, sin importar edad o género todos comenzaban a bailar, era inevitable al escuchar la música y el vaivén de los tambores. Sí, yo terminé brincando un poco mientras tomaba fotos. Era una fiesta andante. Pasó una hora y todos se reunieron en la plaza principal en donde comenzaron a realizar parodias políticas y sociales en un pequeño escenario, y al mismo tiempo bailaban y aventaban espuma en la pista principal. Es una forma distinta de celebrar la muerte, de reírse de ella. 

Así fueron los dos días en que pude conocer algo nuevo dentro de mi país. Durante estos días el centro de la ciudad de Oaxaca estaba llena de personas que visitaban las iglesias y sus grandes altares, también hubo recorridos en sus calles de personas disfrazadas y muchísima alegría y fiesta. Espero volver muy pronto y poder apreciar más sitios en Oaxaca durante esta celebración. Y si tú estás cerca, no sé que esperas para ir. ;)







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