El vínculo familiar en Latinoamérica es mucho más fuerte que en otra parte del mundo, pero en México éste vínculo va más allá de la muerte, y cada 1 y 2 de noviembre se celebra la llegada de nuestros seres queridos que han fallecido. ¿A dónde llegan? A casa. Ellos emprenden un camino largo para reunirse con su familia, para beber y comer. Es por eso que las familias colocan desde el día 31 de octubre por la mañana una ofrenda -en altares de distintos niveles- con la comida que más le gustaba a esa persona, así como objetos que amaba, sin olvidar elementos esenciales como fotografías, veladoras, flores de cempasúchil, copal, incienso, papel picado, un vaso con agua y el armado de un pequeño arco con carrizo o caña y flores como entrada para los invitados principales.
Día de muertos es una tradición llena de misticismo y en cada rincón del país es celebrada, pero esta vez me tocó vivirla en la ciudad de Oaxaca. Era mi primera vez en esta ciudad y ahora sólo tengo ganas de volver una y otra vez. Entre sonrisas, chocolate y mezcal viví el día de muertos y celebré la vida.