Después de llorar incansablemente, de haber tomado ese avión para reencontrarte, de hacer y deshacer; de cortarte el cabello, de quedarte sin palabras y con todas ellas en los puños; después de creer en desconocidos, de sentirte culpable. Después de aquella fatídica navidad, de los mensajes en el espejo, de las cartas. Después de los platos rotos, de las camas vacías y los calcetines perdidos; de las casas que dejaste, de las rutas cambiadas. Después de las malas decisiones, de las llamadas perdidas, del olor a muerte y flores. Después de los déjà-vu que dan miedo, del gato que duerme y no se entera de cómo se está rompiendo y recuperando tu corazón, tu alma, tú. Después de todo, sólo quedas tú.
¿Quién no ha sentido eso?